︎Artículo publicado en la sección Arte de la versión digital de The New York Times Style Magazine Spain
26 de febrero de 2020
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Siete años de un salón para el arte independiente de Madrid
Estas líneas, y el vídeo que las acompañan, versan sobre un salón. Un salón de una casa familiar. Tres niños y dos adultos son los habitantes de ese salón, y del resto del domicilio sito en la calle Guillermo Rolland, 3, 1o izquierda.
Este salón mira, por sus dos balcones, a la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Por sus dos accesos mira también al recibidor, lleno de libros, ropa y algunos cuadros.
Antes de esta familia, vivía aquí un pintor, probablemente uno de los primeros en salpicar de arte el precioso suelo hidráulico que aún sobrevive algo desvencijado. Pero no haremos aquí una historia de esta vivienda ni del imponente edificio que la acoge en el madrileño barrio de Ópera. Eso ya lo hizo la artista Claudia Claremi con su obra “La planta” allá por 2014.
Más que por los otros cuatro, este salón es habitado por Ángela Cuadra, madre, artista plástica y docente. En este luminoso estudio de paredes blancas y altos techos produce sus collages y otras obras. Y hace ahora siete años cuando, además de salón para cenar con amigos del gremio y estudio para crear, quiso convertir esta habitación con dos accesos, dos balcones, y dos radiadores, en una galería periódica, en espacio expositivo al servicio de los productores de arte independiente de la capital.
Nació, así, el proyecto curatorial y expositivo Salón Saloncito, o simplemente Salón. Surgió como una pulsión, como algo experimental, una prueba que Ángela encargó a Bernardo Sopelana, que debía comisariar una exposición del joven artista y científico Pep Vidal. “En nuestras salidas al extranjero, veíamos que todas las ferias de arte tenían una sección de arte independiente. Había muchos proyectos por Europa que apostaban por este arte en distintos formatos y decidimos que teníamos que hacer algo en Madrid. Vimos que no era tan complicado hacer un llamamiento”, cuenta Kato Daisuke. La acogida fue mucho mejor de lo esperado, lo que les “animó mucho a seguir”, recuerda Cuadra. Ahora, un sinfín de nombres de artistas locales y extranjeros han pasado por estos veinte metros cuadrados de bonito suelo ajedrezado [...]
Estas líneas, y el vídeo que las acompañan, versan sobre un salón. Un salón de una casa familiar. Tres niños y dos adultos son los habitantes de ese salón, y del resto del domicilio sito en la calle Guillermo Rolland, 3, 1o izquierda.
Este salón mira, por sus dos balcones, a la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Por sus dos accesos mira también al recibidor, lleno de libros, ropa y algunos cuadros.
Antes de esta familia, vivía aquí un pintor, probablemente uno de los primeros en salpicar de arte el precioso suelo hidráulico que aún sobrevive algo desvencijado. Pero no haremos aquí una historia de esta vivienda ni del imponente edificio que la acoge en el madrileño barrio de Ópera. Eso ya lo hizo la artista Claudia Claremi con su obra “La planta” allá por 2014.
Más que por los otros cuatro, este salón es habitado por Ángela Cuadra, madre, artista plástica y docente. En este luminoso estudio de paredes blancas y altos techos produce sus collages y otras obras. Y hace ahora siete años cuando, además de salón para cenar con amigos del gremio y estudio para crear, quiso convertir esta habitación con dos accesos, dos balcones, y dos radiadores, en una galería periódica, en espacio expositivo al servicio de los productores de arte independiente de la capital.
Nació, así, el proyecto curatorial y expositivo Salón Saloncito, o simplemente Salón. Surgió como una pulsión, como algo experimental, una prueba que Ángela encargó a Bernardo Sopelana, que debía comisariar una exposición del joven artista y científico Pep Vidal. “En nuestras salidas al extranjero, veíamos que todas las ferias de arte tenían una sección de arte independiente. Había muchos proyectos por Europa que apostaban por este arte en distintos formatos y decidimos que teníamos que hacer algo en Madrid. Vimos que no era tan complicado hacer un llamamiento”, cuenta Kato Daisuke. La acogida fue mucho mejor de lo esperado, lo que les “animó mucho a seguir”, recuerda Cuadra. Ahora, un sinfín de nombres de artistas locales y extranjeros han pasado por estos veinte metros cuadrados de bonito suelo ajedrezado [...]